Como lamentable, desgraciado, previsible y muy doloroso podría calificarse el hecho acaecido en la Cárcel de San Miguel en Santiago de Chile, donde la madrugada de ayer Miércoles 08 de Diciembre, fallecieron 81 reos en un incendio, convirtiendo este hecho en el más significativo del sistema carcelario chileno. Significativo en consideración a la dimensión del tema, que lamentablemente no tiene solución en el corto plazo y que quizás muchos de nosotros no tendremos la ocasión de ver solucionado.
Se atribuye al HACINAMIENTO la culpa fundamental en este episodio. Razonable la hipótesis si consideramos que la población penal cumpliendo sentencias con privación de libertad, está sobrepasada en números por muy superiores a la capacidad carcelaria. El hacinamiento a su vez, es un elemento que en muy pocas ocasiones o casi nunca respeta la condición humana, pues en su núcleo terminan imponiéndose superioridades de dudosa calidad formativa, valórica, moral, ética y mental. Es natural entonces exista al interior de esos recintos, el imperio del abuso físico y el exceso de maltrato psicológico tanto entre reos, como derivado de quienes tienen el deber de proteger a esa población.
En este hecho buscar responsables en los celadores (gendarmes) que eran pocos para la población penal a cargo, en la infraestructura que es indigna, en el director del recinto que tomó o no decisiones acertadas de acuerdo al protocolo, en los presos que a cada momento pelean sin medir las consecuencias, en lo oportuna o no de la llegada de bomberos, en el gobierno que culpa al tiempo previo y reconoce la deuda, y en todo lo que parezca tiene señas de responsabilidad, es una tarea estéril que además en pocos días pasará al olvido. Hechos como este se sucederán quizás con menor dimensión, y ojalá no sea así, con mayores resultados de muertes.
La solución no pasa por incorporar más recursos, ampliar los metros cuadrados y en optimizar los estándares de vida de la población penal, la solución no pasa por incorporar más programas de rehabilitación que a todas luces no tienen ni tendrán resultados positivos, la solución no pasa por indultar a quienes tienen deudas con la sociedad y pagan con condenas pues la misericordia debe partir primero entre los mismos reclusos, la solución no pasa por tener penas alternativas que debiliten la aplicación de las leyes, y la solución no pasa por colocar artefactos tecnológicos para hacer seguimientos geográficos de los reos. El asunto es transversal a la sociedad, pues si ella tiene repletas sus cárceles de condenados, es porque ha demostrado ser auténticamente incapaz de frenar la delincuencia en cualquiera de sus formas.
Podemos instalar cárceles en todo el país, podemos lograr sin duda que el Estado cumpla con el deber de proteger los derechos de quienes pagan sus deudas con la Sociedad, pero no se vislumbra una real intención de atacar el problema desde su raíz. La raíz está en la desigualdad, la raíz está en la calidad de la educación que reciben jóvenes (futuros hombres y mujeres) que a temprana edad perciben estarán limitados para acceder a una movilidad social cierta, la raíz está en el abuso de un sistema económico perverso que ensancha a cada momento más la brecha social más que reducirla, la raíz está en la escasa y nula voluntad de mejorar lo que sí es verdaderamente necesario mejorar, el respeto por el semejante, valor desaparecido e inexistente en nuestra Sociedad Chilena. En definitiva la crisis está presente en todos los ámbitos, y la vemos cara a cara en nuestra vida cotidiana.
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