El niño replica las actitudes y los
gestos que se desarrollan en su entorno, y fundamentalmente aquellas que sus
más cercanos realizan. Así es entonces como los valores formativos se van
implantando, y estructurando una personalidad que se manifestará durante toda la
vida. Cuando se habla de crisis moral y
que nuestra Sociedad chilena está cayendo en abismos de intolerancia y
violencia en todo orden, es porque los adultos de hoy replican socialmente los
defectos de quienes vivieron en una Sociedad reprimida y que ha vivido y vive
frustrada en muchos de sus ámbitos.
La crisis es generacional, y hace
bastante tiempo estamos inmersos en ella, presenciando como hoy sus acciones cada día nos sorprenden más. La
crisis social, institucional, religiosa y moral, abunda en todos los sectores y
al parecer sus verdaderos orígenes -como
sus catastróficos efectos- nos son aún desconocidos pues parece una historia sin
fin. A diario nos sentimos golpeados con
escándalos de la más diversa índole, pero asimismo y en primera persona,
instintivamente sentenciamos que todos son culpables, menos cada uno de
nosotros.
A estas alturas y como ejemplo de lo
señalado, no sorprende que un niño (o varios) porte un arma de fuego y robe y
amenace con violencia extrema a sus víctimas, no sorprende que un representante
de la iglesia (o varios) abuse de niños y lo que es peor no reciba una sanción penal, no sorprende que un parlamentario (o
varios) cumpla su función legislativa y a la vez en el cumplimiento de esas
obligaciones se exponga públicamente tratando temas íntimos, no sorprende que
grandes empresarios del papel de medicamentos de retail y de un cuanto hay se coludan en concomitancia para manejar a su antojo y
beneficio los precios de artículos de primera necesidad, no sorprende que la
popularidad de todas las fuerzas políticas e institucionales del país estén por
los suelos y que por demás no tengan posibilidades de levantar el vuelo, no
sorprende que los ciudadanos utilicen las redes sociales para descargar su
frustración con una potencia grosera sin parangón, no sorprende que en la
mayoría de las salas de clase del país los alumnos consideren al profesor su
empleado y nunca lo vean como a un maestro.
Es análoga esta resumida reflexión con lo
que señala en entrevista a un medio virtual el sacerdote jesuita Benito Baranda cuando dice “por supuesto que sí hay un problema de moral muy grande en Chile, de formación moral”. Esa precisamente es la faceta que cada uno replica
hoy en nuestra Sociedad, donde cada cual sabe que sus derechos son tan amplios pero
a la vez tan frágiles, que la similitud con la selva es cada día más parecida.
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