Recuerdo que uno de los regalos más esperados en la niñez fue precisamente un tablero de ajedrez. Hoy al ver publicada en los medios de comunicación la mención sobre el duelo que sostienen Anatoli Karpov y Gary Kasparov en Valencia España, estos mismos jugadores que hacían historia hace 25 años en Moscú, me viene también a la memoria aquel enfrentamiento histórico de Fischer y Spasky quienes simbólicamente llevaron al ajedrez la disputa entre los bloques más poderosos de aquella época cuales eran los norteamericanos y los soviéticos.
En lo personal, recuerdo la apasionada intervención de un profesor ante un grupo educacional de trabajo hace algunos años, en cuanto a las ventajas y posibilidades ciertas de desarrollo especialmente cognitivas para los alumnos, y en orden a realizar talleres de esta disciplina al interior del colegio. A su vez reflexiono, que desafortunadamente en el mundo es muy reducida la cantidad de niños y jóvenes que disfrutan y conocen las propiedades favorables que entrega esta actividad. Me agrada confieso este juego pues en oportunidades también, cuando por esas cosas de la vida paso por la Plaza de Armas de Santiago de Chile, me es imposible no detenerme a observar a los jugadores que día a día se enfrentan en ese lugar, haciendo de este deporte mental una distracción ante tanto stress.
El ajedrez practica a mi entender la vida en un tablero, nosotros somos quienes movemos y decidimos la jugada, solo podemos preveer quizás una o dos jugadas de nuestro adversario, pero de seguro aquel nos sorprenderá en más de una oportunidad endosándonos la dificultad, la maravilla del juego está precisamente en eso, cómo salvamos esa problemática y cómo la superamos para salir victoriosos o bien para asumir la derrota. Si bien es un juego, ningún otro ofrece la posibilidad cierta de contar desde un principio con las mismas armas, no hay ventajas solo las intangibles que cada contendor ya posee. Concluyo finalmente que el ajedrez es definitivamente saludable.
En lo personal, recuerdo la apasionada intervención de un profesor ante un grupo educacional de trabajo hace algunos años, en cuanto a las ventajas y posibilidades ciertas de desarrollo especialmente cognitivas para los alumnos, y en orden a realizar talleres de esta disciplina al interior del colegio. A su vez reflexiono, que desafortunadamente en el mundo es muy reducida la cantidad de niños y jóvenes que disfrutan y conocen las propiedades favorables que entrega esta actividad. Me agrada confieso este juego pues en oportunidades también, cuando por esas cosas de la vida paso por la Plaza de Armas de Santiago de Chile, me es imposible no detenerme a observar a los jugadores que día a día se enfrentan en ese lugar, haciendo de este deporte mental una distracción ante tanto stress.
El ajedrez practica a mi entender la vida en un tablero, nosotros somos quienes movemos y decidimos la jugada, solo podemos preveer quizás una o dos jugadas de nuestro adversario, pero de seguro aquel nos sorprenderá en más de una oportunidad endosándonos la dificultad, la maravilla del juego está precisamente en eso, cómo salvamos esa problemática y cómo la superamos para salir victoriosos o bien para asumir la derrota. Si bien es un juego, ningún otro ofrece la posibilidad cierta de contar desde un principio con las mismas armas, no hay ventajas solo las intangibles que cada contendor ya posee. Concluyo finalmente que el ajedrez es definitivamente saludable.
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