La semana pasada en Chile se examinó a los 4° básicos y 2° de enseñanza media según se ha planificó para el 2006 por el Ministerio de Educación, a su vez este examen que “mide la calidad de la educación”, está en la carpeta de discusión de los diferentes organismos e instancias que están vinculados a la educación en Chile. Me parece entretenido reflexionar sobre este tema y por tanto propondré mi sencillo punto de vista, desde los ángulos que a mi entender son gravitantes para realizar un análisis nunca técnico, pero válido a mi juicio como opinión:
1.- Cuando evaluamos lo hacemos para determinar la situación contextual y específicamente –cuando existen- para detectar los defectos y fallas que no permiten avances en lo medido. No obstante, es de relevancia saber que el eje central de la educación es precisamente la evaluación, por tanto todos los protagonistas del sistema deben o “deberían” ser evaluados.. En definitiva evaluar permite “valorar” y en este ámbito me queda la sensación falta mucho por realizar y por ende interpretar.
2.- En las mesas de discusión, en no pocas oportunidades se manifiesta que el SIMCE es nocivo para el sistema educativo, y esto es muy cierto si observamos el impacto y la actitud de la población cuando se conocen los resultados de este sistema de evaluación, pues vemos que la ciudadanía con muy poca dificultad encasilla los colegios y establecimientos educacionales según los resultados, y considera que los “buenos colegios” son precisamente esos que están en las primeras posiciones. Nocivo si en los establecimientos educacionales se hacen esfuerzos y refuerzos significativos, con la finalidad de lograr diferencias positivas con la medición anterior, solo beneficiando a algunos niveles y no al todo como debieran. Nocivo en definitiva si la educación queda en manos de los resultados de una medición y no es considerada solamente como un factor, que en conjunto con otros como el SNED (sistema nacional de evaluación y desempeño), los resultados PSU logrados y el Proyecto Educativo propio a cada colegio que sí también tienen relevancia.
Sin embargo, algunos en esas mismas mesas consideran que la evaluación es positiva –no brindando importancia al ranking- pues refleja los avances o retrocesos de un trabajo abnegado que espera logros o mejoramientos. Sin duda es benéfica la evaluación por el solo hecho de generar la discusión y el análisis al interior de cada colegio, debate que en la actualidad compromete a todos los estamentos, asimismo provoca el mejoramiento de estrategias y la integración de los actores del sistema, aportando cada uno desde su perspectiva.
Es magistral la visión del Profesor Joseph Ramos de la Universidad de Chile en su columna del Diario la Segunda aparecida en Agosto pasado, quien ante la interrogante sobre ¿QUÉ ES UN BUEN COLEGIO? escribió: "la respuesta típica a esta interrogante sería que un buen colegio es uno cuyos alumnos les va bien en alguna prueba nacional, como el SIMCE, o que tienen un alto promedio en la PSU. Y si premiáramos a colegios por lo anterior, es decir, por sus “buenos resultados”, un buen colegio se esforzaría por seleccionar muy bien a los alumnos que entren y botar a los alumnos mediocres. De hecho, comportamientos como estos caracterizan buena parte de los colegios, incluyendo a varios con más fama de excelencia y exigencia. Sin embargo, un buen colegio no es tanto el que tiene buenos resultados si no ese que toma a los alumnos que recibe - buenos, normales y mediocres-, y les mejora más su aprendizaje y resultados. Es decir, un buen colegio no es ese, como lo hacen muchos, que exige 6,5 para ingresar o que se mantenga un promedio sobre 5 para permanecer. Más bien, un buen colegio es ese que le “agrega más valor” a sus alumnos; es decir, que toma un alumno 3 y lo sube a 4, un 4 y lo sube a 5, o un 5 y lo sube a 6. En efecto, es fácil obtener buenos resultados en la PSU o el SIMCE si uno cuenta con un elenco estudiantil de primera. De ahí que la Universidad de Harvard, o en nuestro medio, el Instituto Nacional son buenos, pero no son tan buenos como lucen, pues sus buenos resultados son en gran parte fruto de la “materia cerebral” de sus alumnos y no del esfuerzo pedagógico en sus aulas. Por tanto, si premiáramos a los colegios no por sus “buenos resultados” si no por la mejora en los resultados de sus alumnos, el “ranking” de los mejores colegios podría resultar bastante distinto a como lo apreciamos en la actualidad. Y, por cierto, la mejora en los resultados de sus alumnos es la mejor forma de evaluar a un colegio, en mi opinión, así como a su cuerpo docente. Si se vincularan mayores subvenciones a los colegios con mayores mejoras en los resultados de sus alumnos, los colegios se esforzarían por mejorar el aprendizaje de sus alumnos más que por seleccionar los mejores y deshacerse de los mediocres. Se trataría de sacarle partido al talento de sus alumnos, fuera alto, normal o mediocre. Asimismo, al ser parte de un establecimiento premiado, los profesores de esos colegios contarían con mayores bonificaciones por sus logros, la repartición al interior del establecimiento haciéndose en función de los logros relativos de cada unidad y docente. Se trata, pues, de reconocer que el buen colegio es ese que educa, que “agrega más valor” al talento de su alumno, y no el que selecciona los buenos y desecha a los malos".
Sencillamente, valga la redundancia magistral … pues la lectura de los resultados SIMCE no debe apuntar a competir por el mejor ranking, sino que debe lograr solamente un mejor alumno ... que se proyectará en un mejor futuro …
1.- Cuando evaluamos lo hacemos para determinar la situación contextual y específicamente –cuando existen- para detectar los defectos y fallas que no permiten avances en lo medido. No obstante, es de relevancia saber que el eje central de la educación es precisamente la evaluación, por tanto todos los protagonistas del sistema deben o “deberían” ser evaluados.. En definitiva evaluar permite “valorar” y en este ámbito me queda la sensación falta mucho por realizar y por ende interpretar.
2.- En las mesas de discusión, en no pocas oportunidades se manifiesta que el SIMCE es nocivo para el sistema educativo, y esto es muy cierto si observamos el impacto y la actitud de la población cuando se conocen los resultados de este sistema de evaluación, pues vemos que la ciudadanía con muy poca dificultad encasilla los colegios y establecimientos educacionales según los resultados, y considera que los “buenos colegios” son precisamente esos que están en las primeras posiciones. Nocivo si en los establecimientos educacionales se hacen esfuerzos y refuerzos significativos, con la finalidad de lograr diferencias positivas con la medición anterior, solo beneficiando a algunos niveles y no al todo como debieran. Nocivo en definitiva si la educación queda en manos de los resultados de una medición y no es considerada solamente como un factor, que en conjunto con otros como el SNED (sistema nacional de evaluación y desempeño), los resultados PSU logrados y el Proyecto Educativo propio a cada colegio que sí también tienen relevancia.
Sin embargo, algunos en esas mismas mesas consideran que la evaluación es positiva –no brindando importancia al ranking- pues refleja los avances o retrocesos de un trabajo abnegado que espera logros o mejoramientos. Sin duda es benéfica la evaluación por el solo hecho de generar la discusión y el análisis al interior de cada colegio, debate que en la actualidad compromete a todos los estamentos, asimismo provoca el mejoramiento de estrategias y la integración de los actores del sistema, aportando cada uno desde su perspectiva.
Es magistral la visión del Profesor Joseph Ramos de la Universidad de Chile en su columna del Diario la Segunda aparecida en Agosto pasado, quien ante la interrogante sobre ¿QUÉ ES UN BUEN COLEGIO? escribió: "la respuesta típica a esta interrogante sería que un buen colegio es uno cuyos alumnos les va bien en alguna prueba nacional, como el SIMCE, o que tienen un alto promedio en la PSU. Y si premiáramos a colegios por lo anterior, es decir, por sus “buenos resultados”, un buen colegio se esforzaría por seleccionar muy bien a los alumnos que entren y botar a los alumnos mediocres. De hecho, comportamientos como estos caracterizan buena parte de los colegios, incluyendo a varios con más fama de excelencia y exigencia. Sin embargo, un buen colegio no es tanto el que tiene buenos resultados si no ese que toma a los alumnos que recibe - buenos, normales y mediocres-, y les mejora más su aprendizaje y resultados. Es decir, un buen colegio no es ese, como lo hacen muchos, que exige 6,5 para ingresar o que se mantenga un promedio sobre 5 para permanecer. Más bien, un buen colegio es ese que le “agrega más valor” a sus alumnos; es decir, que toma un alumno 3 y lo sube a 4, un 4 y lo sube a 5, o un 5 y lo sube a 6. En efecto, es fácil obtener buenos resultados en la PSU o el SIMCE si uno cuenta con un elenco estudiantil de primera. De ahí que la Universidad de Harvard, o en nuestro medio, el Instituto Nacional son buenos, pero no son tan buenos como lucen, pues sus buenos resultados son en gran parte fruto de la “materia cerebral” de sus alumnos y no del esfuerzo pedagógico en sus aulas. Por tanto, si premiáramos a los colegios no por sus “buenos resultados” si no por la mejora en los resultados de sus alumnos, el “ranking” de los mejores colegios podría resultar bastante distinto a como lo apreciamos en la actualidad. Y, por cierto, la mejora en los resultados de sus alumnos es la mejor forma de evaluar a un colegio, en mi opinión, así como a su cuerpo docente. Si se vincularan mayores subvenciones a los colegios con mayores mejoras en los resultados de sus alumnos, los colegios se esforzarían por mejorar el aprendizaje de sus alumnos más que por seleccionar los mejores y deshacerse de los mediocres. Se trataría de sacarle partido al talento de sus alumnos, fuera alto, normal o mediocre. Asimismo, al ser parte de un establecimiento premiado, los profesores de esos colegios contarían con mayores bonificaciones por sus logros, la repartición al interior del establecimiento haciéndose en función de los logros relativos de cada unidad y docente. Se trata, pues, de reconocer que el buen colegio es ese que educa, que “agrega más valor” al talento de su alumno, y no el que selecciona los buenos y desecha a los malos".
Sencillamente, valga la redundancia magistral … pues la lectura de los resultados SIMCE no debe apuntar a competir por el mejor ranking, sino que debe lograr solamente un mejor alumno ... que se proyectará en un mejor futuro …
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