En cadena nacional televisiva y radial, el Presidente de la República Sebastián Piñera ha propuesto el Gran Acuerdo Nacional por la Educación, resumido en la sigla GANE. La proposición anunciada para el sector en conflicto en la actualidad, contó con la escolta del Ministro Joaquín Lavín, quien inerte acompañó al mandatario durante los casi 15 minutos de la intervención. Sobre la intervención dos puntos: en la imagen, el exceso de banderas chilenas de fondo cuyo simbolismo llamó la atención, y como siempre, las claras ineficiencias de dicción, que fracturan las ideas esforzando a los auditores. Pero esto último es solo una opinión ácida a la circunstancia.
Insisto como antes lo he señalado en este espacio, Sebastián Piñera sin duda a mi juicio tiene buenas intenciones y desea ser un buen mandatario. No ha dado muestras desde que asumió, de las incoherencias que sí antes tuvo y que por demás hoy le pasan la cuenta. Se amplía la complejidad del escenario, cuando la ciudadanía observa su actuar frente a las situaciones tanto de orden común como político. Debo reconocer que cuando se acusa a nuestro mandatario de aplicar empoderamiento a su gestión, las muestras y señales así lo indican. Solo traer a colación el caso más importante en este contexto a considerar: el tema Rescate Mineros no se produce por una gestión brillante del Ministro de Minería y Energía, Laurence Golborne, se genera en la convicción y decisión vertical de un presidente que no escatimó recursos fiscales y humanos en la apuesta por un rescate que podía tener desenlace fatal. Y por último en ese asunto está claro, que un ministro no tiene potestad para autorizar tales volúmenes de inversión, ni ejecuciones mayores, pues aquellas son facultades privativas solo atribuibles a un presidente.
El empoderamiento entonces se ve nítido en esta intervención que propone el GANE. La gran dificultad de este actuar, es la verticalidad de la decisión y la sensación “entre cuatro paredes” en su resolución. Dentro de lo fundamental del anuncio: hay mayor inversión, se mejoran ciertos defectos, se propone optimizar el rango de subsidios o ayudas para los estudiantes, se inyectan recursos a la enseñanza técnico profesional, se reevalúan las tasas de interés del Crédito con Aval del Estado, se regularizarán deudas del Fondo Solidario de Crédito Universitario, y se propone brindar estrictez y rigurosidad al área de la educación superior a la vez que se anuncia la institución del lucro. Todo bien en el discurso, pero lógicamente todo cuestionable cuando sabemos que se cuenta con minoría en el ámbito Legislativo y una popularidad ciudadana excesivamente baja. En definitiva queda la sensación de una participación sino ajena, lejana de los actores del sistema en conflicto, más cuando se ha señalado la intención de dialogar y una política de “puertas abiertas”.
Existen una multiplicidad de factores en Educación que no son abordables ni solucionables en el corto ni mediano plazo. En definitiva es buena la intención por avanzar (pues objetivamente no hay retroceso), lo escaso es la sensación de participación y por tanto el APOYO. En este preciso aspecto, es importante para un Presidente nunca olvidar que fue elegido por una mayoría para hacer el trabajo que LA MAYORÍA espera que haga, integrando en su gestión a asesores visionarios y profesionales más políticos que técnicos, quienes sepan medir las consecuencias tanto de sus palabras como de sus decisiones. Quizás esta sea una manera subliminal, de visualizar un cambio en el gabinete que hace mucho rato debió realizarse.
Insisto como antes lo he señalado en este espacio, Sebastián Piñera sin duda a mi juicio tiene buenas intenciones y desea ser un buen mandatario. No ha dado muestras desde que asumió, de las incoherencias que sí antes tuvo y que por demás hoy le pasan la cuenta. Se amplía la complejidad del escenario, cuando la ciudadanía observa su actuar frente a las situaciones tanto de orden común como político. Debo reconocer que cuando se acusa a nuestro mandatario de aplicar empoderamiento a su gestión, las muestras y señales así lo indican. Solo traer a colación el caso más importante en este contexto a considerar: el tema Rescate Mineros no se produce por una gestión brillante del Ministro de Minería y Energía, Laurence Golborne, se genera en la convicción y decisión vertical de un presidente que no escatimó recursos fiscales y humanos en la apuesta por un rescate que podía tener desenlace fatal. Y por último en ese asunto está claro, que un ministro no tiene potestad para autorizar tales volúmenes de inversión, ni ejecuciones mayores, pues aquellas son facultades privativas solo atribuibles a un presidente.
El empoderamiento entonces se ve nítido en esta intervención que propone el GANE. La gran dificultad de este actuar, es la verticalidad de la decisión y la sensación “entre cuatro paredes” en su resolución. Dentro de lo fundamental del anuncio: hay mayor inversión, se mejoran ciertos defectos, se propone optimizar el rango de subsidios o ayudas para los estudiantes, se inyectan recursos a la enseñanza técnico profesional, se reevalúan las tasas de interés del Crédito con Aval del Estado, se regularizarán deudas del Fondo Solidario de Crédito Universitario, y se propone brindar estrictez y rigurosidad al área de la educación superior a la vez que se anuncia la institución del lucro. Todo bien en el discurso, pero lógicamente todo cuestionable cuando sabemos que se cuenta con minoría en el ámbito Legislativo y una popularidad ciudadana excesivamente baja. En definitiva queda la sensación de una participación sino ajena, lejana de los actores del sistema en conflicto, más cuando se ha señalado la intención de dialogar y una política de “puertas abiertas”.
Existen una multiplicidad de factores en Educación que no son abordables ni solucionables en el corto ni mediano plazo. En definitiva es buena la intención por avanzar (pues objetivamente no hay retroceso), lo escaso es la sensación de participación y por tanto el APOYO. En este preciso aspecto, es importante para un Presidente nunca olvidar que fue elegido por una mayoría para hacer el trabajo que LA MAYORÍA espera que haga, integrando en su gestión a asesores visionarios y profesionales más políticos que técnicos, quienes sepan medir las consecuencias tanto de sus palabras como de sus decisiones. Quizás esta sea una manera subliminal, de visualizar un cambio en el gabinete que hace mucho rato debió realizarse.
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