jueves, 31 de agosto de 2006

YO HARÍA LO MISMO, ... quizás no lo sé

Días atrás veía una serie de televisión, que de modo muy dramático (porque lo es) trataba el tema de la Donación de Órganos. En esa circunstancia se confrontaban los sentimientos más profundos del amor y la esperanza de dos familias en este caso situadas en dos personajes; la de un marido cuya mujer producto de un accidente automovilístico estaba con una diagnosticada muerte cerebral; y por otra parte la de un niño cuya madre padecía una mortal enfermedad que afectaba a su corazón. Transcurridos los segmentos de la serie me iba incorporando poco a poco en el argumento, analizando las posiciones de ambos personajes y de sus entornos, intuyendo las reacciones ante la situación límite a la que estaban sometidos los protagonistas, y finalmente me quedé con esa sensación extraña, dolorosa pero a la vez maravillosa sensación de satisfacción, que resultó en la paradójica vida de una y muerte de la otra.
En el contexto de lo netamente humano y desde mi sencilla perspectiva, por cierto no es fácil sino complejo tomar la decisión de donar parte del cuerpo de un ser amado , … una persona con la que hemos vivido y cuyo recuerdo no quisiéramos tenerlo “roto” abandonando el egoísmo que naturalmente poseemos y que nos niega la posibilidad de aceptar siempre que ya no estará junto a nosotros, … más aún, por supuesto no deseamos tomar esa decisión en el momento más difícil y por tanto el instante en que se nos solicita, cuyos minutos y horas son precisamente los de la reciente aceptación de que ya jamás estaremos nuevamente al lado de aquella persona que amamos, … pues ha muerto.
Uno de los impedimentos mayores y que se transforma en asunto “vital” para una familia al momento de tomar una decisión tan importante como la que señalo, es precisamente lo que analiza el Dr. Roberto Manzini Rueda en el I Encuentro Iberoamericano sobre Transplante de Órganos y Tejidos realizado en Buenos Aires el año 2002, y que es tener la más absoluta de las certezas de que el diagnóstico de la muerte es genuino e indiscutible.
La familia de la mujer que había sufrido el accidente en la serie que comentaba al comienzo, se oponía a aceptar el hecho de la pérdida, … el padre de la mujer se esforzaba por retener a su hija y amenazaba con agotar todos los procedimientos clínicos y médicos a su alcance para demostrar que su hija estaba viva (yo haría lo mismo …), …la madre de la mujer sufría enormemente pues ese dolor de perder un hijo, lo viví de modo muy cercano hace algunos años, con una muy querida amiga cuyo hijo de 17 años falleció de leucemia, y cuya única compañía en esos momentos de dolor tuve que asumir (yo haría lo mismo … ), ... el marido de la mujer, a quien amaba al parecer demasiado pues con este hecho se truncaron mil proyectos de vida, familia y amor, se confundía en el hecho tomando decisiones momentáneas que a cada minuto modificaba (yo haría lo mismo …), … el niño hijo de la mujer con el problema grave al corazón lloraba, miraba con esos ojos de niño, con los que todos hemos mirado cuando tenemos y sentimos una angustia que nos aplasta y sentimos que la vida no tiene más camino y que hemos llegado al final (yo haría lo mismo … ), … es un tema más que ético, … es un tema doloroso y del alma, pero cuyo final emociona, posterga la vida de alguien que sufre nunca tanto como quien pierde, … pero finalmente es un acto de amor … amor.
Nuestra sociedad y cada uno a mi juicio, debe y por todos los medios informarse sobre la complejidad y factores humanos implicados en este tema, … pero también es comprensible y muy atendible que nadie desee saber más de la muerte … (yo haría lo mismo? ... no lo sé).

2 comentarios:

  1. Indudablemente, aceptar la única realidad que tenemos segura en la vida: la muerte, es bien difícil de asumir. Se necesitaría una convicción espiritual muy arraigada para conceptualizar la muerte como una prolongación de vida y no como un final abrupto.
    Desapegarnos de nuestro estado material para dimensionar el verdadero valor de lo espiritual, es el resultado de un proceso continuo de viviencias, en que se nos pule cual arcilla en manos del alfarero.
    La donación de órganos y tejidos enfocada desde la perspectiva del que recibe, es una luz de esperanza. Pero muchas veces, desde el punto de vista de los familiares del donante, es un paso difícil, de aceptación y renunciación.
    En lo personal, he vivido la experiencia desde el escenario receptor. Un terrible accidente que destruyó mi ojo derecho hace diez meses, me privó del don de la vista. Como parte del proceso de reconstrucción, y sin apagar la velita de la esperanza, acabo de ser sometida a un transplante de córnea. No tengo ni la menor idea del donante y sus familiares, tal vez sin imaginarlo siquiera, han aportado un tejido que puede ser la diferencia entre la ceguera resignada y la luz brillante de volver a ver como antes.
    Cuando se es protagonista de situaciones tan dramáticas, se cae en la irremediable sensibilización del dolor ajeno. Hoy sé, que si alguna parte de mi, puede ayudar a mejorar la calidad la vida de un semejante, donaré gustosa.
    Gracias infinitas a quienes desde la dimensión espiritual, experimentan la satisfacción de su aporte material.

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  2. Tu blog es fascinante y te felicito por ello. Es un verdadero placer leerte. Tus temas son muy diversos e interesantes. Espero algún día adquirir tu destreza, pues apenas empiezo a incurrir en este mundo.
    Soy de San José de Costa Rica en Centroamérica y desde aquí te envío un caluroso saludo. Bendiciones

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siempre será bienvenido su aporte y comentario, gracias por su opinión